- - A tu marido le gusta el bondage.
- - Creo que él es más bien de chuletón.
- - Que no, mujer, me refiero a que le gustan las
ataduras, las esposas… en la cama… Se llama bondage.
- - ¡¡¡¿¿¿Qué dices???!!! ¿Que es un sádico? ¡Tú
estás loca! ¿Y tú de dónde te sacas eso?
Tanto leer de sexo te ha vuelto obsesiva.
Cecilia no acaba de entenderme.
Se cree que estoy diciendo que su chico es un perverso, y nada más lejos de mi
intención. Y da por supuesto que el hecho de que a un hombre le guste ver a una
mujer atada lo convierte en un sádico, un tipo al que deberían cortársela y
arrojarla al océano. La cola de IKEA es una oportunidad para aclararle un poco
las ideas, eso sí, bajando el volumen de nuestra conversación.
- - No, reina, no es ningún sádico, solo le gusta
ver ataduras en la piel de una mujer… Eso se llama bondage. Y no es una perversión, es un juego completamente
inofensivo. ¡Si hasta Vivianne Westwood tienes kits para eso!
Entre baldas Lack y velas de manzana
con canela, mi amiga ha caído en mi trampa: usar a la diseñadora británica como
argumento ha ayudado a subir de categoría el asunto que interesa a su hombre. Y
he captado su atención. Por eso, por fin puedo explicarme.
- -
¿Recuerdas la otra noche, que fuimos a tomar una
copa a casa de Susana? Yo llevaba unos pantalones largos y esas bailarinas
negras que me compré la pasada primavera en Zara, con cintas, como de ballet,
¿te acuerdas?
- -Sí, son
ideales. Cuando fui a por unas, ya no quedaban.
- - Bueno, pues tendrías que ver la cara que puso
Rafa cuando me las vio al sentarme en el sofá; se quedó hipnotizado.
- - Es que a él los zapatos planos no le gustan
nada, dicen que son “de maestrita”.
- - Mira, los zapatos planos tal vez no, pero las
cintas sí.
- - ¿Y tú cómo lo sabes? Vas un poco sobrada con los
temitas de sexo, ¿no crees?
Mi amiga estaba picada, no sé si
por celos o porque recibía una imagen de su chico que no podía encajar bien. Tal
vez por ambas cosas.
- - Por su cara, Ceci, por su cara. No es que yo le
pusiera, tranquila, es que le gusta el bondage,
las ataduras, la piel desnuda con cintas cruzadas sobre ella. ¿Por qué no haces la prueba?
- - ¡Tú estás loca! ¡Ni muerta dejo que me ate! Me
sentiría... un putón…
- - No, mira. Basta con que te pongas unas sandalias
o unos zapatos de esos que tienen tiras o pulsera en el tobillo y que hagas el
amor con ellos. A ver qué pasa…
Nos toca pagar, pero la conversación
merece un tentempié. Hablar de sexo mientras haces malabarismos para comerte un
perrito caliente rebosante de mostaza, kechup y cebolla frita resulta
inspirador.
- - O ponte una cinta de raso negro en el cuello. O
una en cada muñeca. O en la cintura. Pruébalo, ya me dirás…
Y me dice. A las dos semanas me
manda un WhatsApp: “ke fuerteeee lo d ls cintas!!!!! Voy a abrir cuenta en
mrceria! kdamos y te cuento”.
Resulta que mi amiga empezó con
los zapatos, unas sandalias incomodísimas pero ideales que solo usa en las
bodas y, ya puestos, la cinta en el cuello en plan gargantilla. “Chica, cómo me
devoraba. Fue alucinante”. Y otro día se
animó a vendarse los ojos con un fular (mi amiga es muy buena improvisando) y
también fue una pasada. Repitieron lo del fular otra noche, esta vez con las
sandalias y, a lo tonto, acabó con las manos atadas al cabecero dorado de su
cama vintage. “Me sentí un poco zorrón, pero justamente eso fue lo que más nos
calentó…”.
Justamente eso fue lo que más les
calentó…
Desde entonces, mi amiga ya no
puede pasar a una mecería sin ponerse un poco colorada.
Mónica Cruz en una foto para
Agent Provocateur, con lencería de
inspiración bondage.
¿Has usado las ataduras en la
cama? ¿Crees que eso puede resultar excitante? Comparte tus ideas con nosotras.
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