27 sept 2012

DE ESPOSAS Y CINTAS


-         - A tu marido le gusta el bondage.
-         - Creo que él es más bien de chuletón.
-          - Que no, mujer, me refiero a que le gustan las ataduras, las esposas… en la cama… Se llama bondage.
-          - ¡¡¡¿¿¿Qué dices???!!! ¿Que es un sádico? ¡Tú estás loca!  ¿Y tú de dónde te sacas eso? Tanto leer de sexo te ha vuelto obsesiva.

Cecilia no acaba de entenderme. Se cree que estoy diciendo que su chico es un perverso, y nada más lejos de mi intención. Y da por supuesto que el hecho de que a un hombre le guste ver a una mujer atada lo convierte en un sádico, un tipo al que deberían cortársela y arrojarla al océano. La cola de IKEA es una oportunidad para aclararle un poco las ideas, eso sí, bajando el volumen de nuestra conversación.

-         -  No, reina, no es ningún sádico, solo le gusta ver ataduras en la piel de una mujer… Eso se llama bondage. Y no es una perversión, es un juego completamente inofensivo. ¡Si hasta Vivianne Westwood tienes kits para eso!

Entre baldas Lack y velas de manzana con canela, mi amiga ha caído en mi trampa: usar a la diseñadora británica como argumento ha ayudado a subir de categoría el asunto que interesa a su hombre. Y he captado su atención. Por eso, por fin puedo explicarme.
-        - ¿Recuerdas la otra noche, que fuimos a tomar una copa a casa de Susana? Yo llevaba unos pantalones largos y esas bailarinas negras que me compré la pasada primavera en Zara, con cintas, como de ballet, ¿te acuerdas?
-         -Sí, son ideales. Cuando fui a por unas, ya no quedaban.
-         -  Bueno, pues tendrías que ver la cara que puso Rafa cuando me las vio al sentarme en el sofá; se quedó hipnotizado.
-        - Es que a él los zapatos planos no le gustan nada, dicen que son “de maestrita”.
-          - Mira, los zapatos planos tal vez no, pero las cintas sí.
-         -  ¿Y tú cómo lo sabes? Vas un poco sobrada con los temitas de sexo, ¿no crees?

Mi amiga estaba picada, no sé si por celos o porque recibía una imagen de su chico que no podía encajar bien. Tal vez por ambas cosas.

-         - Por su cara, Ceci, por su cara. No es que yo le pusiera, tranquila, es que le gusta el bondage, las ataduras, la piel desnuda con cintas cruzadas sobre ella. ¿Por qué no haces la prueba?
-       -   ¡Tú estás loca! ¡Ni muerta dejo que me ate! Me sentiría... un putón…
-         - No, mira. Basta con que te pongas unas sandalias o unos zapatos de esos que tienen tiras o pulsera en el tobillo y que hagas el amor con ellos. A ver qué pasa…

Nos toca pagar, pero la conversación merece un tentempié. Hablar de sexo mientras haces malabarismos para comerte un perrito caliente rebosante de mostaza, kechup y cebolla frita resulta inspirador.

-         -  O ponte una cinta de raso negro en el cuello. O una en cada muñeca. O en la cintura. Pruébalo, ya me dirás…

Y me dice. A las dos semanas me manda un WhatsApp: “ke fuerteeee lo d ls cintas!!!!! Voy a abrir cuenta en mrceria! kdamos y te cuento”.

Resulta que mi amiga empezó con los zapatos, unas sandalias incomodísimas pero ideales que solo usa en las bodas y, ya puestos, la cinta en el cuello en plan gargantilla. “Chica, cómo me devoraba. Fue alucinante”.  Y otro día se animó a vendarse los ojos con un fular (mi amiga es muy buena improvisando) y también fue una pasada. Repitieron lo del fular otra noche, esta vez con las sandalias y, a lo tonto, acabó con las manos atadas al cabecero dorado de su cama vintage. “Me sentí un poco zorrón, pero justamente eso fue lo que más nos calentó…”.

Justamente eso fue lo que más les calentó…

Desde entonces, mi amiga ya no puede pasar a una mecería sin ponerse un poco colorada.


Mónica Cruz en una foto para Agent Provocateur,  con lencería de inspiración bondage.

¿Has usado las ataduras en la cama? ¿Crees que eso puede resultar excitante? Comparte tus ideas con nosotras. 



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